Irse (un poco más)
ILa eternidadse fugaen papelesde plumas
IIEl mar hacer burbujasescribeespumaSe va
III
Las sombrasde las casasarañanel río indiferenteIV
Ahueco el vacío
me meto
me hundo
blanca
violácea
Vacío el hueco
afuera: brazos, pies, ojos, uñas
El hueco vacío
sólo
yo
sin mis
Inventé una mentira
(no se lo dije a nadie)
que mató otra mentira
que se había autonombrado
inmortal
la mentira segunda
la mentira asesina
murió
matada
por una mentira
menos mentira
siempre a destiempo
siempre a deshora
destierra verdades
entierra a las otras
HOMICIDA REALIDAD
¿desafectada en proceso de desafectación?
Ninguna es causa o consecuencia en términos absolutos de la otra, más bien mantienen relaciones relativas y sobre todo relajadas.
Son altamente orgullosas y discuten largamente para ver quién de ellas es la encargada de abrir el telón en el próximo espectáculo. Y ante un público expectante de actrices y numeritos tragicómicos, sale una (la que logró tirarle más veces del pelo a la otra) con un trajecito gris entallado a la cintura. Y después sale la de la batalla perdida, arreglándose el vestido negro de raso hasta las rodillas y acomodándose las hebillas que le sujetan el flequillo.
No se distinguen bien los timbres de sus voces cuando se gritan desde el living al balcón. Y sus lamentos y enojos y sus “te vas” y sus “me fuiste” se vuelven huérfanos o niñitos de ojos llorosos viendo cómo sus padres pelean por la tenencia judicial. Y “no hay convenios, señor juez”. “Me los llevo, me los llevo”. “Yo, me los quedo”.
Cuando se acuestan en la cama, las dos se acurrucan contra los bordes y se dan, siempre, la espalda. Nunca un “dulces sueños” ni un “hasta mañana”; las dos tienen un vaso con agua sobre la mesita de luz y en noches que lo ameritan, una o la otra, cambian el agua por el Chivas que tienen escondido debajo de la almohada. Se duermen, habitualmente, minutos después de que apoyan sus cuerpos pequeños y trigueños en el colchón. En la madrugada ésta y aquella patean el aire, tiran para acá y para allá de las frazadas, soplan palabras inentendibles entre ronquidos con ritmo de ronroneos. Van poquito a poco, acercándose hasta encontrarse en el medio de la cama. Y sorprendentemente, se imantan y se encastran, una en la otra, aquella en ésta. Y las siluetas diminutas y delgadas son piezas de un rompecabezas terminado. Y toman el perfil de una orilla moldeada por la arena y el agua.
¿Es ésta indispensable para la supervivencia de aquella? Para nada. ¿Es una imprescindible para la otra? No, de ninguna forma. Sin embargo se necesitan mutuamente para una mejor circulación, para una equilibrada respiración. Porque cuando aquella dice enfurecida “Adiós”, ésta replica entre sollozos “Me estás echando. Una vez más”. Y tras su ausencia, comienza el círculo vicioso porque “volvé, por favor” y “ahora, ni loca” y “te lo suplico” y “no hay manera” transforman y transvisten a Desafectada en Desafectación [y viceversa hasta el cansancio]